Usar a los hijos para ponerlos en contra del otro padre, con información falsa, llegando incluso a exagerar los aspectos negativos que pueda tener el otro progenitor es una estrategia cada vez más común. Esa actitud puede desembocar en que los menores se pongan en contra de uno de los padres, que no quieran verlo y que, como consecuencia, vayan rompiendo el vínculo emocional que tienen con ese progenitor.
Es curioso escuchar como dices que “damos tu riñón por un hijo”, pero no te das cuenta del daño que le puedes hacer cuando le hablas mal de un padre. Ahí sí no te puedes contener, piensas que los estás alejando del demonio, solo porque para ti tu pareja lo es. En realidad una cosa es la falta de entendimiento como pareja y otra muy distinta es ser padre: se puede ser perverso para establecer una relación amorosa, pero se puede ser buen padre.
Hay casos incluso en que el niño viene contento de estar con uno de los padres y el otro padre le genera culpa con una frase como “tú la pasaste muy bien, y yo mientras aquí solo o sola en la casa, triste porque no estabas”. Con esto lo que le provoca al niño un conflicto de lealtad, porque piensan que no pueden pasarla bien porque el otro padre se queda solo, sufriendo. Y esto también constituye un tipo de maltrato.
Puede ocurrir también que si el otro padre bebe mucho, le dicen al niño “ten cuidado cuando te subas al carro con él o ella porque es un borracho o borracha y se pueden estrellar”. De manera que usan cualquier excusa para que el menor se forme un concepto negativo del otro progenitor. Otro comentario desagradable es el de “¡no pude pedir pizza porque no tengo plata y como tu papá está gastando tanto en la remodelación de su nuevo apartamento para irse a vivir con su nueva novia!
Entonces el padre blanco del mal concepto del hijo empieza a relacionarse con miedo hacia él, así que todo lo que le pide, se lo entrega, solo por el temor de ser rechazado de nuevo. Se vuelven padres en exceso complacientes y esto genera después problemas en la crianza del niño, porque no tolera la frustración. O un no como respuesta con las terribles consecuencias que tiene después en su vida adulta.
Hay que dar un paso hacia adelante y rehacer tú vida, no se vale agarrarse a ‘hijazos’, porque cuando esa rabia no está superada, será una lucha continua, con una escalada de acusaciones que pueden ser verdad, pero otras veces no serlo. Esta confrontación puede llegar hasta límites insospechados y los que más lo sufren son los hijos. Es importante saber que tienen unos hijos en común, que ya no son pareja, pero sí son padres y este vínculo estará para toda la vida. Saber que las diferencias que hay son de pareja y evitar caer en la tentación de poner a los hijos como la causa de la separación porque muchas parejas manifiestan, “me separo por mis hijos”. Esta declaración los puede hacer sentir culpables después a ellos.
Hay que diferenciar el uso de los hijos contra el padre, de la irresponsabilidad parental, que se da cuando el padre llega borracho o la madre borracha por el niño o drogado, o no va cuando dice que va, o no da el dinero que le corresponde. En ese caso esa información no hay que darla al niño, pero tampoco decirle que tiene el mejor papá del mundo. Si pasa que el padre no vino y había quedado de ir, se le puede decir al niño que puede que al papá se le haya presentado algo pero que cuando venga él mismo se lo va a explicar. El rechazo del niño ahí es justificado, pero la madre no necesita manipularlo ni hablarle mal del papá, ya el progenitor lo está haciendo con su actitud. Deja que tu hijo vaya conociendo quién es el padre, porque tarde que temprano lo sabrán, pero tú no aceleres ese paso.
Recuerda que el que escogió ese padre para tu hijo fuiste tú, no él. Ojalá hubieras escogido mejor pero no fue así, pero lo que dices en contra del otro padre influye después en sus relaciones afectivas, en su forma de actuar y pensar y sentir, así que no te lo tomes tan a la ligera. La vida no le da a un hijo dos papás para que el uno lo defienda del otro, se los da para que tengan un primer aprendizaje de lo que es una relación sana entre un hombre y una mujer, incluso cuando ya no quieren estar juntos.
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