El 13 de mayo se celebra la primera aparición de la Virgen de Fátima a 3 niños pastores en Cova de Iria, Portugal en 1917. Este acontecimiento fue sucedido por 6 consecutivas apariciones y la última de ellas fue el 13 de octubre de ese mismo año, día en que se conmemora el milagro del sol. En cada una de las apariciones, la Virgen se manifestó a Francisco, Jacinta y Lucía con una serie de revelaciones en las que imploraba por la paz mundial y por el retorno del cristianismo a Rusia.
Fue precisamente durante estos mismos meses del año 1917 que se generó la Revolución Bolchevique, la cual proféticamente se ha convertido en un simbolismo de anarquía, ausencia de fe cristiana y adhesión a modelos de totalitarismo comunista, una tendencia incitadora de miles de conflictos armados, calamidades globales y atroces crímenes que han llevado a la desaparición de los valores éticos y morales. En los últimos 105 años, la humanidad ha presenciado cómo el modelo socialista, cargado de ideologías caóticas de destrucción de la sociedad, han cercenado desarrollos uniformes.
Fueron tres los mensajes entregados a los niños pastores.
El primer misterio se refería a la visión del infierno, y exaltaba demonios de formas repugnantes como animales espantosos. En esta revelación se reflexiona sobre cómo estos demonios son los que han agredido y violentado a la humanidad. Semejan, con esta descripción, a los genocidas de la Segunda Guerra Mundial, unos líderes de estados autócratas y dictatoriales, opresores de las libertades individuales, enemigos acérrimos de sus opositores a quienes castigaron con la pena capital. Todos ellos generaron hambruna, pánico, pavor y destrucción.
La segunda revelación, en el estricto contexto histórico de la época, clama por la consagración, la conversión y la paz de Rusia. Es claro que la referencia histórica es incluyente a todos los estados que han seguido el camino equivocado propuesto e impulsado por la hegemonía ideológica comunista. El actual conflicto ruso-ucraniano confirma que aún no existe esa consagración implorada por la Virgen de Fátima y aún existen decenas de naciones que siguen el camino señalado por Rusia.
El último y tercer mensaje divulgado por el papa Juan Pablo II, 5 años antes del fallecimiento de Lucía -la única superviviente de los pastores, ya que Francisco y Jacinta habían fallecido víctimas de la fiebre española en 1919 y en 1920- expresa los peligros que amenazan el cristianismo y el mundo, ante la pérdida de la fe.
Con tristeza somos testigos de la difamación y de la violencia de grupos anárquicos y rebeldes, algunos alzados en armas, que ultrajan la institucionalidad de la Iglesia, el dogma, los templos y hasta la misma comunidad cristiana.
El futuro de un país católico depende de nuestras creencias cristianas. No podemos sucumbir ante las promesas de falsos profetas que inspiran odio, resentimiento y antipatía disfrazados en insulsos discursos de cambio.
La paz no se logra con eufemismos de animadversión. Se logra con oración, fe y convencimiento de alejar los demonios que pretenden acabar con las libertades individuales, con nuestros deberes y nuestros derechos.
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