Por si de pronto no lo sabían el Perú fue prácticamente el epicentro de la esclavitud en los tiempos de la invasión de los europeos a esta parte del mundo.
El virreinato del Perú fue una de las más importantes posesiones de los europeos en lo que hoy es América. Durante 350 años se pudo evidenciar inicialmente como el hombre blanco masacró a los indígenas comenzando por sus caciques con el propósito de desestabilizar a la tribu y de esa forma poder acceder a toda la fortuna que ellos tenían representada en oro y otros metales valiosos. Eran muy despiadados con los aborígenes.
Para generar pánico los europeos desmembraban a los caciques delante de su pueblo utilizando caballos de pura sangre a los cuales ataban las extremidades de los indios mientras el animal tiraba de una liana para luego separar piernas y manos del cuerpo ante la angustiosa e impotente mirada de sus seres queridos y de los aborígenes bajo su mando que nada podían hacer porque eran intimidados con ir infierno o morir bajo las balas de los arcabuces y los mosquetes.
Para hacer memoria, caciques como Tupac Amaru, Tupac Catarí, Bartolina Sisa Atahualpa, entre otros, fueron desmembrados en plena ágora para que los pocos sobrevivientes cogieran escarmiento, no se alzaran en armas, se convirtieran al cristianismo y entregaran toda su fortuna a los españoles.
Criminales como Francisco Pizarro se ocuparon de llevar miles de negros a esta parte de América y pasó a la leyenda por ser uno de los esclavistas más sanguinarios en la de historia del holocausto o la gran maafa africana en el continente.
Victoria Eugenia Santa Cruz.
“Y me gritaron negra”
Esta renombrada negra nació en el Perú en el año 1922, donde también murió en el año 2014. Fue una compositora, coreógrafa y diseñadora peruana. Es considerada como una de las principales estudiosas y difusoras del arte afroperuano.
Hija de Nicomedes Santa Cruz Aparicio y Victoria Gamarra y hermana mayor de Nicomedes y Rafael Santa Cruz, se inició en el mundo de las tablas con el grupo de danza y teatro Cumanana (1958), junto con su hermano menor Nicomedes, un famoso decimista y poeta. Becada por el Gobierno francés, viajó a París para estudiar en la Universidad del Teatro de las Naciones (1961) y en la Escuela Superior de Estudios Coreográficos. En esta última destacó como creadora y diseñadora del vestuario de la obra Retablillo de don Cristóbal, de Federico García Lorca, y en La rosa de papel, de Ramón del Valle Inclán.
De vuelta en su país, fundó en el año 1968 la Compañía de Teatro y Danzas Negras del Perú, con la que realizó presentaciones en los mejores teatros nacionales, así como en la televisión. Este grupo representó al Perú en las festividades con ocasión de los Juegos Olímpicos de México 1968, en las cuales recibió medalla y diploma por su labor.
Cuando apenas tenía 7 años jugaba en una de las calles de su barrio cuando de pronto escuchó unas voces que le decían: “¡Negra, negra, negra!”. Sin embargo, ella no dimensionó la intención o el propósito de aquellos que le gritaban, por lo contrario lo asumió como tal es decir como negra. Dio unos pasos atrás, miro sus cabellos, sus manos, se empolvó la cara y se alisó. Sin embargo, seguía negra, no obstante desde sus entrañas siempre resonaba la misma palabra: “Negra, negra, negra”. Hasta que un día ya no retrocedió y enfrentó a quienes le gritaban “negra”, los encaró y les gritó con voz fuerte y firme: “¡Soy negra! ¿Y qué? ¡Soy negraaaaa!”. De ahí en adelante no se alisó o ‘laceó’ su cabello. Levantó su cabeza y con todas sus fuerza gritaba que era negra y que se sentía orgullosa de su raza.
Esa autodeterminación y, sobre todo, el valor y sentido de pertenencia por su etnia la elevaron a la máxima expresión y reconocimiento de la academia y la cultura en el Perú.
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