“Parece que la Secretaría de Movilidad, la encargada de proporcionar mejor fluidez de tráfico en la ciudad, está solo dedicada a la función diaria de autoridad de tránsito de formular comparendos y amonestar”.
La actual Administración completará dos años y medio el próximo mes. Al hacer un balance, deja serias dudas la efectividad y eficiencia en la labor de la gestión pública encomendada a quien fue elegido democráticamente por holgada mayoría. La ilusión y esperanza de cambio ofrecida en campaña distan de la realidad que vive la ciudad.
Si bien es cierto que la pandemia presentó una difícil y adversa situación, los casi dos años de encierro obligado fueron totalmente desaprovechados en planeación, rediseño y ejecución de obras que la ciudad requería. Desde comienzos de la pandemia, uno de los sectores que gozó de exenciones de restricción fue precisamente el de obras públicas. Sin embargo, la Alcaldía no fue capaz de acelerar los procesos de contratación, ni mucho menos agilizó la terminación de aquellos en ejecución.
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Un caso puntual es lo sucedido en la ampliación de los escasos 4 kilómetros de ampliación de la vía Cali-Jamundí, obra que cumple más de 4 años en ejecución. Los puentes sobre el río Lili tardaron un año. El intercambiador vial de la carrera 122, aún no funciona. La mejor velocidad que se supone debía aportar la ampliada vía es frenada por la falta de una práctica solución peatonal a la altura de la Universidad Autónoma. No se entiende por qué sigue funcionando un semáforo en el cruce de la vía con la carrera 125, el cual debía haber desaparecido con la obra del intercambiador de la 122. Tampoco se entiende el deplorable diseño que no contempló la adecuada entrada y salida a Bochalema, sobre la carrera 109, hoy con otro absurdo semáforo que genera un tremendo trancón en dirección norte-sur, de 10 cuadras, desde la carrera 98, contiguo a la Fundación Valle del Lili.
Parece que la Secretaría de Movilidad, la encargada de proporcionar mejor fluidez de tráfico en la ciudad, está solo dedicada a la función diaria de autoridad de tránsito de formular comparendos y amonestar. Su función debería ser la de aportar soluciones al caos vehicular, regular, rediseñar, planear y elaborar simulaciones de los nuevos flujos de tráfico generados por el cambio del comportamiento del parque automotor.
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Los cruces semaforizados de la ciudad, temporizados manualmente, están totalmente desincronizados con el flujo vehicular. La falta de señalización genera caos al permitir los absurdos cruces a la izquierda en las intersecciones, lo cual de paso, crea trancones innecesarios. La ausencia de la Secretaría de Movilidad en simular los efectos de algunas medidas improvisadamente adoptadas por otras secretarías alimenta el caos. La instalación de semáforos con cortas distancias entre sí, en vez de normalizar el flujo, contrariamente generan nudos gordianos en las intersecciones. Además se encuentran vehículos parqueados en zonas restringidas sin sanción alguna, los cuales alimentan la anarquía del tráfico caleño.
A todo lo anterior se suma la absurda decisión de la Secretaría de Movilidad de instalar grotescos taches que estrangulan el ancho de las vías, con lo cual se congestiona aún más el flujo.
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La destrucción de la infraestructura del MÍO y su demorada recuperación enterró la posibilidad de un verdadero sistema de transporte masivo. Las soluciones individuales de transporte dispararon la venta de motocicletas, vehículos nuevos, usados y el uso del transporte informal. No se ha construido una red de ciclorrutas que permitan el tránsito seguro y adecuado de los cientos de miles de biciusuarios que también han visto en la bicicleta una solución individual. Y ante esta palpable realidad, silencio sepulcral de la Administración municipal.
Tristemente no se sabe que es peor. ¿La imbecilidad anárquica de los conductores o la equivocada ambigüedad de la Secretaría de Movilidad?
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