Villarrica es uno de los 42 municipios del departamento del Cauca. Hoy es una tierra habitada en su mayoría por negros en donde predominan los apellidos como Arará, Lucumí, Carabalí Guazá Buasá Balanta, Chará, Aponzá, Venté, Popó, Viáfara, Mina, Zape, Pozú, Mezú, Catacoli, Congo, Bran, Cambindo y Cachimbo. Esta localidad es una de las partes del occidente del país en la cual aún los negros conservan los apellidos heredados de sus ancestros: los negros esclavizados que sirvieron a sus amos, los dueños de la hacienda La Bolsa.
A propósito de esta hacienda -que se llamó antes la Casa del Alto-, según la historia, años antes de la abolición de la esclavitud, vivió la familia Arboleda. Este grupo familiar era tan grande que poseía tierras que en su extensión, comprendían lo que hoy corresponde a los municipios de Padilla, Santander de Quilichao, Puerto Tejada, Miranda, y Caloto. En sus propiedades albergaban a tantos esclavizados, que para ejercer su control y evitar que se fugaran para convertirse en cimarrones, los esclavistas en cabeza de Rafael Arboleda y de sus hijos -entre ellos el poeta Julio Arboleda-, recurrían a la intimidación y, sobre todo, a los castigos severos. Para ese propósito acondicionaron un cuarto de tortura y martirio donde siempre había huellas de sangre.
Por el legado y la historia a la cual hoy nos referimos, la gran mayoría de la gente que vive en el norte del Cauca es descendiente de los esclavizados que fueron traídos para trabajar en las minas y en las haciendas de los Arboleda. Estas haciendas eran La Bolsa, Japio, y Quintero. Tenían unas minas de oro que se encontraban loma arriba de Caloto y de Santander de Quilichao. El pueblo de Santa María era el centro minero más importante de la región. Los Mosquera, los Arboleda, los Valencia y otros payaneses aumentaron su riqueza con el trabajo de los esclavizados negros.
La familia Arboleda
Los Arboleda llegaron a Colombia alrededor de 1570. Uno de los más importantes fue Jacinto de Arboleda, un español que compró esclavos y comenzó la extracción de oro en Anserma. Los indios no permitieron que los blancos los explotaran y los expulsaron de allí. Jacinto de Arboleda entonces trasladó su cuadrilla de esclavos a Caloto, alrededor de 1620 y convirtió ese lugar en la mayor fuente de extracción de oro de toda la provincia de Popayán. Cuando murió, dejó una herencia de $26.512 que incluía a 47 esclavos.
En 1618, los Arboleda compraron la hacienda La Bolsa. El Capitán Francisco Arboleda Salazar la compró en $60.660. Era una tierra para la estancia de ganado mayor y había una estancia muerta en Las Vegas del Palo, entre las quebradas de Quintero y la Bodega por lo ancho, y a lo largo del río Cauca hacia la sierra. En 1771 Francisco Antonio Arboleda compró Japio por $70.000. Esta propiedad había pertenecido a los jesuitas que también eran dueños de la enorme hacienda de Llano Grande, en donde hoy queda Palmira. Los jesuitas criaban ganado que vendían en lugares tan lejanos como Quito, además cultivaban caña y tenían allí muchos negros como sirvientes.
Cuando Francisco Antonio Arboleda compró Japio, esta tenía alrededor de 120 esclavos. Las haciendas de Japio y La Bolsa abastecían de mano de obra a las minas de los Arboleda. Así, esta familia combinaba la explotación agrícola con su imperio minero que se extendía hasta el Chocó y la costa Pacífica del departamento del Cauca, lugar en donde tenían más esclavizados. Los Arboleda vivían en Popayán y dejaban sus minas en manos de administradores que recibían hasta el 10 % de la producción.
Últimos dueños de la hacienda La Bolsa
José Rafael Arboleda Arroyo y Matilde Pombo O’Donnell, fueron los padres de los últimos herederos de la hacienda La Bolsa. Entre ellos se encuentra el genocida y esclavista Julio Arboleda, quien para mal recuerdo, nació en Santa María, el último corregimiento del municipio de Timbiquí, río arriba, en la costa caucana del Pacífico. Julio Arboleda fue asesinado al parecer por aborigenes o negros que lo emboscaron en la sierra de Berruecos, en el departamento de Nariño. Antes de su muerte y al paso del camino fijaron un letrero en el que se leía: “Ni Cristo pasó de la cruz ni Julio Arboleda de aquí”. Luego fue impactado por las balas que le causaron la muerte
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