“El país debe llegar a las urnas para la segunda vuelta convencido de estar seleccionando el mejor candidato para que, como futuro mandatario, abra sin temores las puertas para el diálogo que conduzca a la reconciliación”
Hace algunos años, Enrique Santos Calderón se refirió a Alfonso López Michelsen en los siguientes términos: “El último de los grandes: de esa combinación de hombre político y de letras, de estadista y de humanista, con la que se cierra un ciclo de la vida colombiana. Se podría decir, incluso, que la vigorosa vigencia doctrinaria de López es una elocuente radiografía de la decadencia conceptual de nuestra actual clase política y de la pobreza dialéctica de sus más visibles exponentes”.
Vemos tan claro, tan alto, tan brillante el porvenir de la república, si es que logramos superar cada una de las etapas difíciles por las que estamos atravesando, y mientras más difíciles, mejores pruebas son para nuestra energía, por lo que nos conmovemos ante la posibilidad de que todo eso naufrague, no por los colombianos sino contra ellos, en un arrebato de insensatez.
Colombia exige un Gobierno que no necesite ser respetado, acogido, ayudado y respaldado, sino más bien cerrar la posibilidad a que aflore todo sentimiento y propósito que pueda hacer resucitar los odios ancestrales y los instintos primitivos. Hay que buscar la cooperación pública, utilizándola y estimulándola, para que el progreso se produzca de manera espontánea, en un país tan rico, tan fuerte, tan sólido en su economía, tan noble en su humanidad.
Aspiramos en cada cuatrienio, cuando renovamos mandato presidencial, a que Colombia avance en tener todo lo que no ha tenido y que ha ambicionado. Y como se prepara la mejor etapa de su existencia, con solo continuar el esfuerzo que millones de seres han venido realizando silenciosamente, se logre mejorar el destino colectivo para engrandecer la nación.
Hay una mezcla en el ambiente de confusión y temor; nuestros compatriotas observan con incertidumbre, con desconfianza el camino a tomar, convencidos, como están, de colaborar en introducir un viraje al manejo actual del país. No al continuismo, no a la corrupción, no al desgreño, no a la desatención, parecieran ser las consignas en búsqueda de un nuevo país.
La actual polarización debe llegar a su fin. El país debe llegar a las urnas para la segunda vuelta convencido de estar seleccionando el mejor candidato para que, como futuro mandatario, abra sin temores las puertas para el diálogo que conduzca a la reconciliación. Tenemos que volver a creer en nosotros mismos, porque lo que sí es cierto es que hoy el país no cree en nada ni en nadie.
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