Empiezan a moverse las aguas en el ambiente político del país. Primero vendrá la renovación del Congreso de la República y la elección de presidente y vicepresidente; a partir de allí, el campo estará abierto para las decisiones regionales que lleven a la elección de mandatarios departamentales y alcaldes de los municipios y distritos en todo el territorio nacional.
El tema regional pareciera estar lejano. No; está a la vuelta de la esquina, si se mira bajo la óptica de presentar los candidatos y programas de gobierno que se encuentren debidamente estudiados y ajustados a las realidades de cada departamento o municipio.
Aquellos que con suficiente antelación estudien la problemática y la conviertan en programas de gobierno, alejados de la improvisación, tendrán una respuesta seguramente de mayor alcance que aquellos que sin preparación presentan su nombre a consideración ciudadana.
Para el caso de Santiago de Cali, por ejemplo, la segunda dosis del mandato actual, cada día va dejando el ácido sabor de la improvisación, el desgreño y la ausencia de planeación y planificación; ni que hablar de los hallazgos que empiezan a aflorar de las investigaciones de los entes de control. Hoy Cali, sin siquiera haberse cumplido año y medio del ejercicio gubernamental, está hastiada de la inseguridad, el desempleo, del mal uso de los dineros públicos, de la destinación de estos hacia obras o eventos innecesarios frente a tanta necesidad en las comunas y corregimientos.
Santiago de Cali, hoy, clama por un mandatario con experiencia, conocedor de lo público, con trayectoria y sensibilidad social de tal magnitud, que le garantice a la ciudad que desde el primer día del futuro gobierno, se sentirá la férrea mano que combata la inseguridad, que abra fuentes de trabajo, que estimule la vinculación de los jóvenes a su sociedad y los induzca a prepararse académicamente, un alcalde con la visión suficiente que le permita proyectar la ciudad hacia el futuro, tomando decisiones hacia el progreso y desarrollo que hoy; no son más que añoranzas.
Santiago de Cali, hoy, clama por un mandatario que recobre la credibilidad y que, con la confianza ganada, marche de la mano con todos los estamentos sociales a su lado, convirtiendo las añoranzas en sueños que se vayan haciendo realidad.
No será nada fácil; si una cifra cercana al 60 % de caleños se ha marginado de las urnas, no lo han hecho porque rechacen un sistema que les permite expresarse cada cierto tiempo, ni en razón a que prefieran su abolición dada el alma libertaria de nuestro país, sino en virtud de que sus eventuales representantes han perdido credibilidad o de que se los somete al desengaño, consecuencia inescapable de las propuestas que no se reflejan en la acción de los cuerpos de representación popular o en el Gobierno.
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