Quién sabe qué desconocido sentimiento de persecución política generaron los días santos en el ánimo de quien ostenta el título de alcalde de Cali. De un momento a otro le dio por ejercer funciones de vigilancia, o las que tiene de autoridad; la misma que no ha ejercido en los 28 meses que ha utilizado eficientemente para acabar con la ciudad, objetivo que si se lo hubiera propuesto como plan de gobierno no lo habría cumplido tan exitosamente como lo ha hecho.
Salió a contar vallas que promocionan candidatos a la presidencia. ¿Se acabaron los inspectores que ejercen esa función a cabalidad? ¡Oh sorpresa! Encontró que uno de los candidatos que compiten con el suyo tiene más vallas colocadas que el que desea que triunfe en Cali para salir a cobrar la victoria de convertir nuestra ciudad no en la capital de la resistencia como la han querido denominar, sino en la cuna del surgimiento de la izquierda radical del socialismo del siglo XXI.
Había que escuchar sus inefables declaraciones a los medios haciendo gala de sus ínfulas de imitador castrista. ¿Qué será lo que quiere Ospina? ¿Un ministerio, una embajada? Cualquier cosa, con tal de que sea algo que satisfaga su egolatría.
En Colombia, hasta 500.000 personas se tomaron las calles después de que sectores de la sociedad civil convocaron a un paro nacional, que ha continuado intermitentemente hasta el día de hoy y que se ha convertido en la movilización masiva más importante de las últimas décadas en el país. Mientras tanto, el 70 % de los encuestados en sondeos nacionales, consideran que “las cosas en Colombia están empeorando” frente al año pasado.
El malestar de las clases medias que se ven con dificultades de avanzar se suma al malestar de las clases populares en uno de los países más desiguales del mundo. Y dentro de ese contexto, Santiago de Cali no ha sido la excepción; por el contrario, ha sido ejemplo del desbordamiento y de la ausencia de un mandatario que adoptó la postura de silenciarse y permitir la zozobra, el temor y la inseguridad latente al permitir que ocurrieran muchas más movilizaciones, y que estas fueran estimuladas por muchachos de la llamada ‘primera línea’, lo que se convirtió en la punta del iceberg de una frustración y un descontento que exige replanteamientos profundos, desde replantear el paradigma del desarrollo económico a toda costa a la luz de la emergencia social, hasta abordar la creciente desigualdad y la falta de esperanza para la mayoría de los jóvenes y de los adultos mayores.
Todo, eso sí, dentro del marco de la Constitución y la ley con las plenas garantías de un alcalde que sepa guardar la imparcialidad; no metiendo las manos indebidamente en el proceso electoral que se avecina. Por ello la urgencia manifiesta de Santiago de Cali, es la designación de un alcalde ad hoc que presida los comicios presidenciales.
Porque con el cuentico bobalicón de estar contando vallas, no vaya a ser que se prepara un chocorazo o un desconocimiento de los resultados electorales como parte de una estrategia nacional.
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